Prehistoria

La Moda y el Arte en la Prehistoria
Por Virginia Seguí
Desde los primeros tiempos el ser humano, una vez que su desarrollo intelectual se lo permitió, y posiblemente a través de la simple observación, debió darse cuenta de que era el único ser de su entorno desprovisto de protección y de que su constitución física presentaba muchas carencias en relación con las necesidades de su vida diaria; necesidades, en las que, sin duda, influía su ubicación geográfica. Y fueron estas necesidades, mas o menos perentorias, las que le llevaron a la creación de útiles y elementos en un intento de suplir esas carencias, destacando entre ellos su indumentaria.

Si hacemos un ejercicio de empatía y nos paramos a pensar las razones que llevaron a nuestros antepasados a cubrir su cuerpo y, desde luego, dejando cuestiones morales al margen, la lógica nos conduce a una respuesta clara: para proteger su cuerpo de las inclemencias del tiempo ya fueran estas debidas al frío o al calor y quizás también protegerlo de la vegetación y el resto de agentes medioambientales que pudieran causarles daño. Desde los primeros tiempos el ser humano, una vez que su desarrollo intelectual se lo permitió, y posiblemente a través de la simple observación, debió darse cuenta de que era el único ser de su entorno desprovisto de protección y de que su constitución física presentaba muchas carencias en relación con las necesidades de su vida diaria; necesidades, en las que, sin duda, influía su ubicación geográfica. Y fueron estas necesidades, mas o menos perentorias, las que le llevaron a la creación de útiles y elementos en un intento de suplir esas carencias, destacando entre ellos su indumentaria.

Las investigaciones arqueológicas de los diferentes asentamientos humanos y las muestras artísticas que en ellos se han ido descubriendo nos han dejado una muestra palpable de que esta preocupación o necesidad fue temprana; y aunque en un principio los ejemplos no eran demasiado abundantes, el paso del tiempo y las nuevas investigaciones han ido sacando a la luz muestras evidentes de que la raza humana se protegió y cubrió su cuerpo desde épocas remotas. Aunque este tipo de indumentaria no pueda ser incluido dentro del concepto actual de Moda sí nos permite visualizar los primeros trajes o vestidos que el hombre consiguió crear utilizando las fibras animales o vegetales que, en cada caso, tenía a su alcance y que, ayudado de su inventiva, consiguió ir creando su propia indumentaria; indumentaria que podríamos considerar de tipo funcional, ya que en ella podemos apreciar la utilización de su capacidad creativa para la solución de sus necesidades más vitales.
Los expertos parecen estar de acuerdo en que nuestros antepasados: los homínidos, una vez convertidos en lo que Louis Leaky denominó homo habilis o, incluso, ya en nuestro antepasado más directo el homo sapiens, se extendieron en diferentes direcciones partiendo de algún punto del continente africano; se trataría de pequeños grupos nómadas cuya movilidad se justifica por las necesidades de subsistencia y su continua búsqueda de alimento, asociada a la recolección de plantas y a la caza de animales de cierta envergadura, o en todo caso a su actividad como carroñeros marginales, es decir a su aprovisionamiento partiendo de los restos de carne que quedan en los esqueletos de los animales, pero sin vincular la muerte de éstos al proceso de cacería que estaría restringida a animales de menor tamaño. Sería, por tanto, la búsqueda de este tipo de alimento lo que les hizo salir de África y adentrarse en Europa y Asia a través de lo que se ha venido a llamar el corredor levantino de Oriente medio, para desde allí pasar al resto de continentes.
El proceso evolutivo de las sociedades humanas, no es sincrónico, y por tanto mientras que a algunos grupos, en un medio geográfico favorable, les llegó pronto la revolución neolítica convirtiéndose en sedentarios y creando las primeras sociedades urbanas desarrolladas; conformando las primeras grandes civilizaciones, otros pueblos debieron esperar a que las condiciones climáticas mejoraran y permitieran su asentamiento permanentes y los consiguientes desarrollos culturales superiores, para con el tiempo incorporarse a la Historia tras el desarrollo del lenguaje y la escritura.

No obstante los restos artísticos que estos hombres primitivos han dejado grabados en las paredes de cuevas y/o abrigos, así como algunas piezas de arte mueble encontradas en los yacimientos arqueológicos permiten estudiar aspectos interesantes relacionados con el tema que nos ocupa.

En primer lugar quizás reflexionar sobre los elementos que el hombre primitivo tenía a su alcance para la elaboración de algún tipo de indumentaria, incluso sin haber profundizado en el tema, es lógico pensar, que según su entorno y, por tanto, de los elementos que en cada caso la naturaleza ponía a su alcance estaban, básicamente, productos derivados del mundo animal y/o vegetal. El problema era adquirir las habilidades y técnicas necesarias para elaborar con ellos productos con los que confeccionar ropajes con los que cubrir su cuerpo protegiéndolo de las agresiones medioambientales. También hoy día nuestras ropas proceden, en gran medida, de estos elementos básicos. En la actualidad conocemos las dificultades de esta transformación, y ello, nos permite suponer los problemas que debieron superar los hombres y mujeres prehistóricos hasta conseguir productos manejables.
Las pieles de los animales requieren siempre algún tipo de tratamiento para poder ser utilizadas como elementos de abrigo; tratamientos todavía alejados del desarrollo y conocimiento de la época; conocemos por experiencias próximas, ya que los esquimales siguen utilizándola, que uno de los métodos más asequibles para ellos era su masticación, y que a esta ardua y cotidiana labor se dedicaban sobre todo las mujeres. Otro de los métodos utilizados era el golpeo repetido de las pieles una vez humedecidas y eliminados los restos orgánicos. No obstante, en ambos casos, el proceso es reversible y bastaba un simple mojado para que la piel se volviera nuevamente áspera y cortante y por lo tanto inservible como vestimenta. Con el tiempo descubrieron que la suavidad y flexibilidad de la piel era más duradera si se la frotaba con grasas animales o vegetales aunque fuera necesario, para su mantenimiento, la repetición del proceso periódicamente. Sólo tras el descubrimiento y utilización de los tintes en su tratamiento, sobre cuando el ácido tánico obtenido de las cortezas de árboles como el roble y el sauce estaba presente, consiguieron un verdadero control sobre las pieles de los animales. El siguiente paso fue proceder a darlas la forma adecuada y unirlas entre sí, por lo que la invención de la aguja con ojo puede considerarse como otros de los grandes inventos de la humanidad.
El proceso y elaboración de las fibras vegetales es, quizás, menos dificultoso aunque no menos interesante; y los expertos encuentran también decisivo su tratamiento, tanto que la historiadora Elizabeth W. Barber ha llegado a denominarlo la revolución de la cuerda. Pues el control de las fibras vegetales, no sólo para ser utilizadas para la elaboración de prendas de vestir, ya sea con su trenzado o con su simple adición; fue importante también para otros aspectos como los sistemas de sujeción y transporte. Los restos de cuerdas o hilos vegetales conservados, clasificados dentro del Paleolítico Superior, son del tipo de fibra vegetal retorcida. El proceso seguiría desarrollándose y pronto se trabajarían las fibras vegetales de diferentes formas hasta obtener y crear con ellas unos tejidos denominados afieltrados; en la Mongolia central, se peina la lana o el pelo de los animales colocándose en hileras sobre una esterilla, se humedece y se procede a su enrollado para después realizar un proceso de golpeo que facilita su unión, obteniéndose una especie de fieltro, flexible, que puede trabajarse, cortarse, coserse, etc. Otro sistema era la colocación en capas de tiras vegetales obtenidas de las plantas o las cortezas de los árboles que una vez colocadas contrapeadas se unían también por el método del golpeo, después se trataban con aceite y/o se tintaban para hacerlas más duraderas; este proceso puede comparar con el tratamiento que los egipcios daban al papiro para obtener sus tradiciones materiales de escritura.
Antes de entrar a estudiar los ejemplos concretos conservados que pueden ilustrar el tema, aclarar algunos puntos relativos al concepto de Prehistoria, extenso período temporal en el que nos vamos a centrar, indicando que no existe unanimidad total entre los expertos sobre la exactitud y los límites de las diferentes divisiones o etapas en que dicho periodo se ha subdividido. En general se entiende por Prehistoria el período más remoto de la Historia de la Humanidad, sobre el cual no tenemos documentación escrita ni ninguna otra referencia si exceptuamos los datos y referencias que nos proporcionan los restos arqueológicos. Por Protohistoria entenderemos el período en el que aún existiendo fuentes escritas que nos hablan de los pueblos o culturas, siendo estos contemporáneos o posteriores, aunque estas noticias que poseemos no son demasiado concretas; este último periodo es bastante controvertido existiendo varios criterios, en función de los expertos, para su determinación.

Básicamente los estudiosos del tema han dividido la Prehistoria en varios períodos: El Paleolítico, que se iniciaría en el Pleistoceno, durante la última fase de la Edad de Hielo hace mas o menos 600.000 años, en el que tuvieron lugar las glaciaciones durante la Era Cuaternaria, y que duraría aproximadamente hasta hace 10.000, cuando finaliza la última glaciación europea; a su vez este período se subdivide en Inferior (Abbecillense o chelense y Achelense), Medio (Musteriense y Levalloisiense) y Superior (Auriñaciense, Solutrense y Magdaleniense). A continuación tenemos el Epipaleolítico o Mesolítico que abarca desde 10000-8000 a. de C. al 4000 a de C.; si bien en algunos lugares en estas fechas ya se habría iniciado el periodo siguiente: El Neolítico, durante el cual tendrán lugar cambios trascendentales en los modos de vida con la formación de asentamientos y desarrollos urbanos, sentándose también las bases de la agricultura y la ganadería. Finalmente la Edad de los Metales que supone el fin de la Prehistoria y el inicio de la Protohistoria, época de grandes inventos como la rueda, la irrigación artificial, la vela, la escritura, etc.. que acabarán por conducir a los diferentes pueblos a la Historia; a su vez se subdivide en Edad del Bronce (3500 a 1000 a. C.) y Edad del Hierro, este último período se subdivide también en Época de Hallstatt que abarca desde el año 1000 al 500 a. C. y Época de la Tène desde el 500 hasta la romanización.

Centrándonos en el tema que nos ocupa hay que señalar que este largo período de tiempo prehistórico sólo nos interesa a partir del Paleolítico superior momento en que están datadas las primeras muestras de piezas de ropa o indumentaria que los restos arqueológicos nos han legado.

Ya hemos mencionado que los primeros hallazgos arqueológicos de cuerdas e hilos pertenecen al Paleolítico Superior y son de fibra vegetal retorcida; el hilo se usaba para crear prendas de mayor tamaño mediante un sistema rudimentario de entretejido mediante el cual se unían los que se han venido a denominar: urdimbre y trama.
El tipo de fibras vegetales usado varía en función de la situación geográfica de cada grupo de individuos, en Oriente Próximo la fibra principal fue el lino una vez domesticada la planta (linum usitatissimum), aunque inicialmente interesara también por sus cualidades oleaginosas, su precedente salvaje se conoce como Linum bienne, que crece natural y perenne en las zonas costeras del Mediterráneo y el Atlántico, y como planta invernal en zonas más altas como las estribaciones próximas a Irán o al Kurdistán. Más al norte en climas más fríos será el cáñamo la fibra más usada; en la India se usaba desde épocas muy tempranas, 3000 a. C., el algodón que no llegó a zonas mediterráneas hasta el 700 a, C..

Dentro del arte mueble destaca un tipo de estatuilla femenina que los expertos han denominado Venus esteatopigias, ya que su creación se ha relacionado con las creencias mitológicas de los pueblos primitivos para quienes la fertilidad era algo de gran importancia, serían por tanto una especie de diosas madres en las que se destacan sus rasgos físicos más relacionados con la sexualidad y/o maternidad; imágenes que por otro lado aparecen en casi todas las culturas aunque, en ocasiones, presenten diferencias conceptuales en su creación existiendo modelos con mayor tendencia a la abstracción, según la cultura de la que proceden.
En las imágenes de este tipo que proceden de yacimientos arqueológicos ubicados en lo que hoy se denomina Europa central y occidental, más que visualizar piezas de indumentaria podemos intuirlas o deducirlas; este sería el caso de la Venus de Willendorf, una pieza de caliza roja que le confiere un significativo color ocre (tierra), descubierta en el yacimiento austriaco que le da nombre en 1908. Destaca su tocado o sombrero ejecutado con cuerdas o cordones de fibra vegetal, que anudados desde un punto central, siguiendo modelos de cestería, se habría ido enrollando a modo de sombrero sobre su cabeza.
Otras piezas similares, como la Venus de Kostenki procedente de un yacimiento ruso situados al sur del Voronej, fueron encontradas al aire libre enterradas en loess en enclaves situados a la derecha del río Don, estas Venus además del tocado vegetal en la cabeza, presentan también una especie de prenda vegetal que recorre su espalda y pecho uniéndose, a veces, a través de sus hombros, de forma que permite intuir la existencia del uso de algún tipo de prenda a modo de sujeción y empleada quizás también como elemento de adorno o vestimenta.
La figura encontrada en el yacimiento de Gagarino, yacimiento también próximo al Don, es una especie de variación del modelo anterior pues añade lo que parece ser una especie de faja-cinturón o pieza bajo los senos que cubriría parte de su vientre, datada en el Auriñaciense.
Avanzando en el modelo y ya, si cabe de forma más explícita, mencionar un tipo de estatuillas femeninas que parecen indicar clara existencia de algún tipo de vestimenta parecida a la falda, un buen ejemplo sería la Venus de Lespugue, de procedencia francesa, pieza tallada en hueso y fechada hacia el año 20000 a de C. dentro de la cultura Gravetiense, que amplia el espectro pues luce una falda de fibra vegetal, formada por cuerdas retorcidas suspendidas desde una cinta transversal, con lo que, según algunos expertos, pretendía dar a entender que había entrado en el período fértil.

En la zona francesa de las Landas, más concretamente en el yacimiento situado en la Grotte du Pape, encontramos una estatuilla conocida como la Dama de la Capucha, datada en el período Auriñaciense-Gravetiense (c 22000 a. de C.), pieza de pequeño tamaño (3,5 cm) tallada sobre marfil que luce una especie de redecilla vegetal. De este mismo tipo tenemos algún otro ejemplo en el yacimiento italiano de Grimaldi como la denominada Dama Negroide que luce también lo que parece ser un tocado similar al descrito, aunque en esta ocasión sobrepuesto a una cabellera con cierto volumen.
Es interesante mencionar también el yacimiento francés Le Mas d’Azil, donde se han encontrado pequeñas estatuillas femeninas, realizadas sobre dientes de caballo, que presentan unas imágenes femenina algo insólitas; de mujeres encapuchadas, quizás cubiertas con algún tipo de pieles desde la cabeza, dejando la parte de baja de la imagen sin trabajar produciendo un efecto capa, aunque no es descartable que el artista dejara sin desbastar la zona al tratarse de una pieza de tamaño tan pequeño

Enlazando con esto y planteando la evolución de las piezas de indumentaria procedentes de animales, tenemos también algunos ejemplos, si bien de época más reciente, provenientes sobre todo de la península Ibérica, donde existen abrigos rocosos al aire libre en los que han quedado restos de pinturas prehistóricas que representan a grupos humanos entre los que figuran imágenes femeninas en las que podemos distinguir claramente lo que hoy día denominamos falda, y, dada su configuración, posiblemente elaborada con pieles de animales. Este es el caso de las pinturas conservadas en abrigo de los Moros en la zona de Cogull (Lleida); lugar considerado por los expertos como una especie de santuario, las pinturas, datadas ya en el epipaleolítico, preconizan el arte esquemático neolítico posterior. Entre las aproximadamente cuarenta y cinco figuras que conforman el grupo destacan nueve figuras femeninas que bailan alrededor de otra figura masculina en la que destacan sus características fálicas.
Este tipo de pinturas al aire libre no son exclusivos del ámbito europeo existiendo también algunos ejemplos en África, como las encontradas en un abrigo rocoso de Tanzania, aunque al parecer según indica Richard E. Leakey en su obra La formación de la humanidad, las figuran humanas que aparecen representadas en el continente africano suelen estar ocupadas en alguna actividad; el ejemplo elegido representa dos grupos de gente que, al parecer, discuten por una doncella situada entre ambos, siendo sus vestimentas mucho mas reducidas que las del ejemplo anterior, debido posiblemente a las diferencias medioambientales de cada ámbito geográfico.

La vestimenta masculina es mucho menos frecuente, ya que su figura se representa en escasas ocasiones, en la zona europea podemos verla en el yacimiento francés Trois Frères, aunque actuando como chamán o hechicero, disfrazado de ciervo posiblemente en algún ritual mágico de atracción para la caza; y en pinturas parietales de las zonas levantinas de la península Ibérica; como las del barranco de Valltorta (Castellón) en donde podemos ver guerreros y arqueros en escenas de caza; las de la Covacha de Minateda en Albacete, de las que Benitez Mellado realizó reproducciones para el estudio de Pacheco; en la misma provincia pero en el abrigo de Alpera en el que también podemos ver la figura humana; o las pinturas del chandal de la Araña en Valencia con otra escena de cacería de grandes ciervos con arqueros y las del Chardo del Agua Amarga en Teruel, donde unos cazadores persiguen una manada de reses.
De otros continentes tenemos también algunos ejemplos; como las pinturas africanas que el Padre Henri Breuil copió a principios del siglo XX, se trata de pinturas que quería incluir en su obra L’Afrique Préhistorique, lo que nos permite observar también algún ejemplo no europeo; en todo caso la vestimenta utilizada por el hombre de existir es bastante sumaria, sobre todo en la zona europea; podemos observar algunos tocados de plumas, y quizás la existencia de algún tipo de protección en los pies pero en general parecen ir desnudos; el ejemplo africano permite apreciar el uso de algunas piezas a modo de taparrabos, y aunque bastante reducidos al menos permiten cerciorarnos de su uso.

El continene asiático presenta también algunos ejemplos tanto en pinturas parietales como en esculturas de bulto redondo aunque en ambos casos su vestimenta es escasa o indistinguible, como ejemplos hemos elegido en la zona china una escena de seres humanos bailando procedente del yacimiento de Huashan datadas 1200-200 a. C. ; lo que las sitúa ya en época neolítica, aunque su similitud con las de la última fase del Paleolítico es notable, destacando su inconcreción. La escultura de bulto redondo perteneciente a la cultura de Shijia, es algo anterior ya que esta datada entre el 2400-2000 a. C., una figura humana, posiblemente masculina, sentada que sostiene, lo que se ha interpretado como un pez, entre las piernas y, en la como indumentaria sólo puede distinguirse una especie de tocado, los expertos le atribuyen una finalidad ceremonial, una especie de ritual para obtener una buena pesca, una buena caza, etc.; existen tambien textos posteriores como el Liji que parecen hacer referencia a su posible pertenencia a un ajuar funerario.

A partir de este momento con la llegada del Neolítico, los ejemplos se multiplicarán y cada cultura llevará su desarrollo independiente, por lo que requieren un estudio específico y pormenorizado en el que se destaquen sus características más singulares, pero eso ya será tema de otros trabajos.

Añadimos dos ejemplos de la visión que el siglo XIX tenía de los hombres y las mujeres prehistóricas

Fuente: Revista Alternarte http://alenarterevista.wordpress.com